El Papel de la Filosofía en la Era Tecnológica

por Lic. Reinaldo Pérez, MSc.

“La claridad es la cortesía del filósofo” 
Ortega y Gassset

La Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales (2001) define a la tecnología como: complejo de rutinas, conocimientos y métodos para la fabricación y aprovechamiento de cosas útiles. Más que la producción de un mundo intermedio entre la naturaleza y el hombre, que implica un instrumento de control sobre ambos, la tecnología supone principalmente un sistema de presupuestos ideológicos que altera determinados valores, construye una peculiar mitología y hace fluir la vida por un cause estrecho por los criterios de provecho y utilidad. Este estrechamiento hacia lo útil no tiene que ser, por principio, negativo. Difícilmente se encontraría un hombre o una sociedad que, de alguna manera, tienda a hacer rentable sus propios esfuerzos. Lo que tal vez no sea tan plausible es la jerarquización de valores, dependiente de ese tipo de rentabilidad. 

Según Guerra (1989) la era tecnológica del inmediato futuro nos garantiza que el hombre no necesitará ya comprender el mundo, le bastará con manejarlo; en los comienzos del siglo XXI se pronosticó que el problema de la llamada terminología clásica, intimidad, no tendría sentido. Como lo expresa Foucault (1968) “La intromisión en el individuo será fácil tarea ya que con los llamados teleobjetivos y los magnetófonos, se podrá poner a un hombre en total vigilancia”. Las computadoras facilitan registrar en una ficha exhaustiva a cada individuo, el ciudadano vive bajo el peso de un imborrable archivo de toda su vida pasada y de sus limitaciones, habiendo perdido la sociedad su benigna capacidad de olvidar poniendo en evidencia la exclusión que se expresa en el otro.

La disputa del positivismo en la sociología alemana 
 los años setenta y ochenta,
prueba la urgencia de resolver, desde distintos niveles,
la forma que ha tomado la vieja oposición 
entre teoría y praxis
Efectivamente, este planteamiento implica la inversión de un principio que, desde siempre, había estado presente en los momentos capitales de la historia del pensamiento y del progreso humano: la autarquía del individuo. La utilización y el provecho no se extienden sólo a la Naturaleza, sino que invade el mismo territorio del hombre, aparentemente sólo quedan fuera de esta invasión los controladores de ese aparato tecnológico puesto a disposición de una mecánica voluntad de poder esconder, bajo su impresionante perfección, un subsuelo ideológico de extrema pobreza, surgiendo así el concepto de “dominio” que Hebert Marcuse (1964) en su famoso texto sobre “El Hombre Unidireccional”, lo puso en relación con la “Racionalidad Tecnológica” que en lugar de construir un freno, sirve para justificar y fomentar ese dominio. Por ello no hay unos argumentos racionales sobre los cuales sustentar la argumentación “poder”. Los “invisibles dominadores” nos ocultan la imagen de la Naturaleza con el trabajo convertido en un “obrar instrumental”, y nos disimulan su propio rostro diluido entre los complicados surcos del dominio. Por lo tanto, en esta situación, hablar de una conciencia colectiva, capaz de llevar adelante el aspecto positivo que puede poseer la tecnología, es bastante problemático; sobre todo porque el desarrollo técnico, debido a su indudable éxito material, no ha puesto la creación de nuevas categorías, de nuevas normas éticas que pudieran acompañar esta soberbia material. Para Jurgen Habermas (1971) fracasan las formas de legitimación de un dominio, fundado en una racionalidad construida sobre las relaciones medios-fin, cuando se confronta con los símbolos de la sociedad tradicional. Por ello la filosofía moderna se plantea continuamente el problema de incidir, de una amaneara objetiva resolver el problema, si es posible y si tiene sentido, lo que se presiente o se acerca como una inminente esclavitud del colectivo. 

La disputa del positivismo en la sociología alemana entre los años setenta y ochenta, prueba la urgencia de resolver, desde distintos niveles, la forma que ha tomado la vieja oposición entre teoría y praxis. Suponiendo que la teoría signifique algo así como el sistema conceptual que organiza la interpretación de la realidad, y la praxis, la modificación y jerarquización en el desarrollo de la realidad, es evidente que la tecnología ha mediado con unos elementos inesperados en esta oposición. Por eso, la polémica de la sociología moderna y el concepto de la historia que ella comporta abren hoy un campo de insospechada riqueza para el desarrollo de la filosofía. 

"La Escuela de Atenas" (1510-1512) 
del artista Rafael Sanzio
Este nuevo pensamiento filosófico, tiene entre otras tareas, que desmitificar el universo tecnológico, descubriendo su constitución, su organización y los elementos que provocan su dinamismo. El objeto de su análisis deberá encuadrarse en la actividad práctica de los hombres, no desde la soledad de los viejos problemas metafísicos, sino en el entramado real en que hoy aparecen, sin formular preguntas abstractas, sobre el ser, la justicia, la bondad, la belleza, el amor. El pensamiento filosófico debe surgir como justificación, aclaración y desarrollo de esas consideraciones de posibilidad. La razón, un término clásico de la filosofía platónico-aristotélica, no es una razón pura, sino impura comprometida con el hombre y con los dominios que lo cercan, la naturaleza, y sobre todo la técnica como expresa Hans Jonás (1992) en su famoso libro “El Principio Responsabilidad”, parte de la constatación de la vulnerabilidad de la especie humana y de la naturaleza en su conjunto debido al gran desarrollo tecnológico, de cara a la cual afirma, la incapacidad de las éticas tradicionales para ofrecer una respuesta adecuada; ya que ha habido éticas que se han ocupado del futuro, pero proporcionando utopismos maximalistas como los defendidos desde el Principio Esperanza; en cambio, la conciencia de nuestro poder destructor nos hace formular el más modesto Principio Responsabilidad, que nos ordena “preservar para el hombre la integridad de su mundo y de su esencia contra los abusos de poder”. 

Cabría plantearse entonces si, efectivamente, en las múltiples polémicas sobre el papel de la filosofía en la era tecnológica, habrá de circunscribirse a una revisión ideológica, que pueda cobijar una imagen distinta del hombre, la ciencia y la tecnología. Por ello, ciertamente como lo expresa Russell “la filosofía no puede eludir la obligación de dictar nuevas normas de conducta, de presentar nuevos programas de convivencia social, de impulsar a la presencia en los problemas del mundo actual por venir”.

Referencias
  • Etxeberria, X (2000) "La Ética ante la Crisis Ecológica". Cuadernos de Deustos. Universidad de Deustos. España.
  • Guerra, S (1979) "Ecología, y cristianismo, una relación discutida". En Revista Razón y Fe. Madrid. 
  • Habermas, J (1971) "Teoría y Praxis". Editorial FCE. México. 
  • Jonás, H. (1992) "El Principio Responsabilidad". Editorial Cerf. Paris. 
  • Marcuse, H. (1964) "El Hombre Unidimensional". FCE. México.
  • Imágenes, cortesía de "Supporting Philosophy, Theology,
    Religious Studies, History of Science and Philosophy of Science", disponible en: http://prs.heacademy.ac.uk/hps/ Visitada el 13 de febrero de 2012.

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