MSc. Pedro Reinaldo
Pérez Hurtado
DEL DECLIVE DE LAS HEGEMONÍAS DE LAS NACIONES
No tenemos derecho a suicidarnos, a hipotecar nuestro
futuro por la mala práctica de la política.
Resumen:
El presente artículo se propone exponer, de modo
general, lo característico del concepto de la geopolítica propuesto por Ignacio
Ramonet para su proyecto de una Nueva Geopolítica orientada hacia la
preocupación por el mundo y su incierto futuro en el contexto del desarrollo
político, económico, social y moral. Para tal fin, el autor contrasta los
diferentes modos de concebir el problema sobre el poder hegemónico y
monopolizador de la industria del petróleo y la “desconfianza estratégica”
sobre la moral, el desarrollo de las ciencias y la tecnología. Las profetizadas
guerras bacteriológicas y la declive de los países poderosos, la manipulación
de las comunicaciones, el surgimiento del mundo bipolar y los nuevos conceptos
estratégicos propuestos por los países
considerados subdesarrollados, como una amenaza política para naciones de altos
recursos financieros y con estrategas expertos en el arte de la guerra y la
seguridad, de allí que habrá que plantearse que lo único válido ante estos
datos es asumir que la responsabilidad de la naciones, no se limita a la causalidad contextual ,
sino que es una ética anticipada a los actos mismos que tiene su fundamento en
el poder.
Palabras clave: Responsabilidad, geopolítica, hegemonía, causalidad,
estrategia, tecnología.
Introducción
En el marco de reflexión sobre el
papel e importancia de la geopolítica debemos partir en primer lugar que la misma
ha jugado un papel fundamental en el desarrollo de las naciones, en su
política, en su economía y su diplomacia. De allí que la misma se encuentra vinculada
a la estrategia y a la táctica en función del poder y en cuanto se refiera a
fines o a medios, pero fundamentalmente a la diplomacia como arte e instrumento
de las relaciones internacionales. El desarrollo acelerado, avasallador de la praxis
de política moderna y la hegemonía de las naciones con más desarrollo técnico-económico-social,
nos obliga a pensar en la necesidad de una seria reflexión sobre los problemas
que se derivan, del nuevo concepto geoestratégico para el siglo XXI y los
próximos tiempos que vendrán.
El futuro de nuestra especie, sin exagerar,
corre el peligro de desaparecer ante la magnitud de las acciones del hombre en
el medio ambiente, las pruebas nucleares que recientemente llevo a cabo Corea
del Norte. Ya no se trata de historias de ciencia ficción. El impacto de las
acciones y obras humanas ya no son solamente locales, regionales, son acciones
que tienen ahora magnitudes planetarias. Tal como lo señala Ignacio Ramonet, en
su conferencia sobre la Nueva Geopolítica una visión hacia el 2025, no se trata
ahora, en los tiempos que corren, de cualquier interpretación en este ámbito,
se tratará, según -mi parecer- de interpretar la geopolítica dentro del diseño
del nuevo orden mundial y como ésta se encuentra impregnada del idealismo político,
el deseo de dominación y una falsa
interpretación de la moral internacional respecto a la seguridad, condenando la
guerra y estableciendo el principio de la solución pacífica de las controversias
internacionales, esto bajo el imperativo engañoso de la soberanía de los
Estados que conjugado con el imperativo sofista de la no intervención.
Factores
desestabilizadores
Esta concepción cobró mayor fuerza
a raíz del fenómeno de la guerra fría de 1945, que impulsó a la geopolítica en
lo ideológico y lo militar, estableciendo centros mundiales de poder con
periferias claramente repartidas y establecidas. Por ejemplo, Moscú y
Washington se convirtieron en las metrópolis del nuevo poder internacional bajo
el calificativo de las súper potencias. El arma nuclear afirmó este poderío
militar y político, pero al mismo tiempo por el equilibrio establecido por las
cinco potencias nucleares miembros del Consejo de Seguridad de la ONU y con derecho
a veto, se desarrolló bajo sospecha la tesis del equilibrio atómico y de la
destrucción mutua asegurada.
Estos acontecimientos condujeron a la
estrategia de la disuasión sobre la responsabilidad política de las naciones en
relación con los problemas geopolíticos que se vislumbran para el futuro,
evadiendo su responsabilidad y orientación ética de resguardar la seguridad y
desarrollo de modo equitativo de las naciones, que a mi parecer hace falta para
el control del novedoso poder político y tecnológico de las mismas. Por cuanto
este principio constituye, probablemente, el único recurso moral que puede dar
adecuada cuenta de la actuación y uso de las capacidades que la tecnología
moderna ha sido y es capaz de otorgarle.
Debido a los graves problemas en el
ámbito geopolítico que han venido desarrollando las naciones debido a la mala
política internacional de muchas de ellas, subyugadas por las hegemonías
políticas extranjeras, porque desde hace casi setenta (70) años, la concepción geopolítica
planetaria centra su preocupación por el
mundo y su incierto futuro; esto es lo que de alguna manera nos muestra Ramonet
en su videoconferencia, sobres las corrientes del nuevo pensamiento estratégico
de las naciones, como un ejercicio hermenéutico que sugiere abrir los ojos para
darle sentido ético a la implementación geopolítica
de las naciones, especialmente para
fortalecer la integración de los países europeos y patentizar la unión de los
países del continente americano, en especial los miembros del ALBA, sin
descuidar la realidad de un mundo multipolar, más allá de la unipolaridad hegemónica
de EEUU.
Por otra parte durante estos últimos
tres lustros que han trascurrido del presente siglo ha tomado auge el concepto
de geoeconomía, que conjuntamente con los procesos de globalización y los
sistemas de integración económica regional, fue imponiéndose sobre la política
de la confrontación y del poder militar, tal como se pregunta Edward Luttwak
(2000), ¿quiénes ganan y quiénes pierden en la globalización?: y afirma “que el arma económica reemplazó al arma
militar como instrumento de poder al servicio del Estado y el sustituir los
intercambios internacionales por las amenazas militares”.
Así por ejemplo si estudiamos la
crisis del sistema internacional, descubrimos que existe un consenso general en
cuanto a la necesidad de crear un nuevo orden económico y financiero, más allá
del necesario orden político y diplomático. Lo que representa el fin de la
hegemonía norteamericana, como centro del sistema financiero mundial y como
controlador de la unidad de cuentas internacionales. Pero que le daría un poder
hegemónico en el uso de las Tics y las redes de comunicaciones; sin embargo, es
paradójico que la economía de mercado, bajo el paradigma del capitalismo
norteamericano, está llegando a su fin aun cuando se impuso sobre el modelo
soviético.
Lo que indica necesariamente que hay
una nueva realidad con el capitalismo de Estado, como lo es el caso de China
donde no se pierde control político, ideológico ni social, pero se presenta una
economía abierta a la inversión extranjera y al mercado nacional e
internacional. Por los que China ha transformado las sociedades productivas en
sociedades consumistas. Estados Unidos y Europa no financian el desarrollo de
China, sino que lo utilizan como fábrica, aprovechando los mejores precios y su
mano de obra, sin correr con el costo y los esfuerzos de producción.
Actualmente Occidente depende más del consumo que de la producción. Lo que
tiene que llamar la atención en el nuevo orden político que se desarrolla en
los países de América latina y el Caribe, ya que su economía depende de la
industria petrolera, y se ha visto vulnerada en estos dos últimos años.
Es impresionante ver como China se
ha apropiado del comercio mundial –a pesar que su índice económico se ha visto
afectado en el tercer trimestre de cierre del 2015- al margen de las reglas
comerciales establecidas, sin regulaciones ni controles y con grandes costes
ecológicos; ahora está cerca del primer lugar del predominio económico. El
nacimiento de Asia y el desarrollo acelerado de otras regiones del planeta
presentan el mayor cambio en las relaciones internacionales, después de la
Revolución Industrial y la caída del muro de Berlín.
Hoy hay un nuevo ajedrez, donde la
producción industrial está en China y donde la economía de EEUU pasa a ser una
economía de servicios; incluso el dólar podría dejar de ser la moneda de
referencia en el nuevo sistema financiero mundial. Europa Occidental también
sufre esta situación, cuestionando al propio euro y el desarrollo armónico de
otros años; así lo han demostrado Grecia y España recientemente con las crisis
económicas y políticas.
En la actualidad, estamos en la
crisis de los polos más importantes de la economía, Estados Unidos, Europa
Occidental y Japón. China trata de modernizar su sistema, aprovechando su
superávit comercial y busca proyectarse a los mercados emergentes, sin
descuidar su mercado interno, por ello sus grandes inversiones en África y
América Latina.
La recesión mundial también ha
golpeado a los países petroleros, y dentro de éstos a los nuevos polos
políticos, que en base a la economía del petróleo han tratado de proyectarse
internacionalmente, casos Irán, Rusia y Venezuela. Arabia Saudita ejecuta una
geopolítica del petróleo en busca de un monopolio absoluto en esa región.
Por otro lado, el factor militar ha
dejado de ser fundamental y es lo económico lo que determina, junto con la
tecnología y la ciencia, la nueva sociedad del conocimiento, caso de Internet,
el surgimiento de la nanotecnología. Pero siempre está la doble dimensión del
cambio para el desarrollo y crecimiento, o para el conflicto y la destrucción,
porque el espacio cibernético puede facilitar el conocimiento para el bien o
para el mal, y la apertura comercial puede generar riqueza, pero también
legitimación de capitales.
Aunque aparentemente han desaparecido
los polos de poder mundial, aparecen nuevas realidades, con gran influencia en
sus regiones y en el mundo: casos China, Brasil e India. El gran combate es
contra la miseria y la pobreza por el desarrollo, también por la protección de
la naturaleza, contra el armamentismo.
Pero aparecen nuevas amenazas para
Occidente y para el planeta como son: el fanatismo religioso; además de los
nuevos intentos expansionistas de países que aspiran a liderazgos regionales
con revoluciones políticas, religiosas, económicas y militares.
Entre los grandes desafíos de la
dinámica geopolítica del siglo XXI y en perspectiva futurista pueden
mencionarse el terrorismo, el armamentismo nuclear, las nuevas expresiones de
la guerra, el calentamiento global, las confrontaciones religiosas, los Estados
fallidos, el control del espacio ultraterrestre, las ciberguerras, el retorno
de la piratería, el islamismo político, el tema del hambre y la pobreza, la
ecología y la caída de las grandes potencias, afrontando el posible
humanicidio, mostrando los variados caminos que el mundo puede tomar para su
término definitivo, o al menos el del ser humano.
Así hemos visto que la inmigración
se ha convertido en un factor desestabilizador para Europa con poblaciones
envejecidas y políticas nacionalistas ante grandes masas de inmigrantes que se
ven marginadas y frustradas en sus esperanzas de mejor calidad de vida.
Por ello creo que es hora de que el
hombre cambie el rumbo de la historia y sus políticas en beneficio de todos y
actúe frente a lo imprevisible con responsabilidad y solidaridad. Es decir, o
construimos una moral planetaria que abarque todos los ámbitos (político,
religioso, económico, educativo, cultural, etc.), o irremediablemente iremos
hacia el humanicidio, tal como lo expresaron Francis Fukuyama a mediados de los
noventa y Michael Lacraix a inicios del milenio.
___________________________________
Lacroix Michel (1995). El humanicidio: ensayo de una moral
planetaria. Editorial SAL TERRAE, España.
Luttwak Edward. (2002). Estrategia: La lógica de la guerra y la paz.
Cambridge, Massachusetts.
Ramonet, Ignacio. (2000).
Geopolítica y Comunicación de final de milenio. Consultado 15 de mayo 2017.
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