Por el Dr. José Armas G.
Esta interpretación presenta tres
limitaciones fundamentales: En primer lugar, se centró en favorecer la oferta
científico – tecnológica olvidando la parte de la demanda del mercado. En
segundo lugar, se descuida el hecho de que la innovación no siempre se deriva
de descubrimientos científicos, como se puede apreciar en la figura 2.3, donde
se puede apreciar que los descubrimientos científicos, ciertamente, derraman
conocimiento sobre la tecnología, y puede concebirse como un gran recipiente de
conocimiento, que se alimenta por el flujo continuo del conducto de la
investigación básica, de vez en cuando algo del contenido del recipiente se
extrae y se utiliza, aunque nunca se sabe que parte del contenido será
necesario.
Fig. 2.3. Conocimiento científico y tecnológico
Por su parte, la tecnología derrama sobre la ciencia nuevos desafíos,
nuevas preguntas, nuevos métodos e instrumentos, sin embargo, ambas son
actividades diferentes.
En tercer lugar, el proceso de innovación no termina con la incorporación
de mejoras tecnológicas a la producción; más bien con ello se inicia un periodo
de aprendizaje tecnológico incremental comprendido como “las mejoras
sucesivas a las que son sometidos todos los productos o procesos” para lograr
el incremento en la productividad general. A este respecto Giovani Dosi (1988),
sugiere que “la dinámica innovadora depende más de los procesos de aprendizaje tecnológico que de los recursos disponibles
y que estos procesos de aprendizaje tienen un carácter acumulativo, sistemático
y cultural (Aguilar, 2003:29).
Fig. 2.4. Naturaleza del proceso de innovación
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3. Nuevas propuestas teóricas
Ante la
existencia de un comercio mundial cada vez más intenso, las diferencias tecnológicas
entre los países y entre las empresas, y la presencia de los procesos de
liberalización comercial hacen que la teoría convencional del comercio
internacional comience a reconocer la presencia de fuerzas perturbadoras y
desequilibrios significativos e incorpora en sus análisis, por ejemplo, el
papel de la inversión extranjera directa, la tecnología, estructura industrial,
la política industrial, tecnológica y comercial de los países participantes del
comercio. Fajnzylber (1991), Borja (1993), Unger y Saldaña (1994), Lefebvre,
(1993), CEPAL, 1992)[1].
Al respecto, el
pensamiento estructuralista contemporáneo, en una perspectiva de mediano y
largo plazo, la competitividad consiste en la capacidad que tiene un país para
sostener y expandir su participación en los mercados internacionales, y elevar
simultáneamente el nivel de vida de su población. Situación que exige el
incremento de la productividad, y por ende, la incorporación del progreso técnico.
En cuanto a las diferencias en la inserción internacional obedecen en gran
medida a factores de carácter estructural y al uso que cada país hace de los
instrumentos específicos de política económica e industrial (Fajnzylber, 1988).
Para los
estructuralistas la competitividad tiene dos distintas acepciones: Aquella que hace abstracción de la
sustentabilidad ambiental y del progreso técnico, es la que denominan “competitividad
espúrea”; se basa en recursos naturales depredados y en salarios que caen. Se
presenta en un marco de una caída del gasto en investigación y desarrollo
tecnológico, de la inversión y el ingreso per capita. En tanto que la “competitividad
auténtica” se basa en la incorporación y difusión de progreso técnico y cautela
en el aprovechamiento de los recursos naturales, bajo un esquema de “sustentabilidad
ambiental” (CEPAL/ONUDI 1992:13).
En este sentido: se vienen intentando explicaciones
que tomen en cuenta las diferencias en las economías, en las estrategias económicas
y en los sistemas políticos (...) por ejemplo, se dice que la absorción de
fluctuaciones externas transitorias y especulativas, en actividades o sectores
estratégicos, deben ser evaluados permanentemente; se afirma que no siempre las
fluctuaciones o cambios externos deben ser absorbidos abruptamente por la
economía nacional, es decir, que la gradualidad debe ser una forma de comportamiento.
La absorción de impactos externos y la gradualidad en la apertura es
especialmente observable en los cambios tecnológicos que desplazan recursos de
difícil reubicación y lleva, como se observa en ocasiones, a reconversiones
industriales en sectores de países desarrollados. Solleiro, et al. (1997: 23)
Parte de la
discusión gira sobre los efectos que tiene en la economía la creciente
movilidad de capitales, para unos, es beneficiosa siempre y cuando el país
receptor desarrolle políticas de adecuación para sus empresas exportadoras;
para otros, el desarrollo tecnológico y las alianzas estratégicas entre
empresas seguirán siendo favorables sólo a las empresas transnacionales, toda
vez que la innovación tecnológica es generada desde fuera de los países
receptores.
En general, se
reconoce la existencia de ventajas surgidas de la liberalización, en un
contexto de competencia imperfecta,
como por ejemplo, el mayor acceso a un mercado de consumidores domésticos con
productos en los cuales el precio internacional es inferior al nacional; acceso
a una mayor variedad de diseños de los distintos productos y efectos sobre la
productividad, entre otros. Sin embargo, son ventajas que no se logran en forma
automática por lo que requiere que se armonice con la políticas tecnológicas e
industriales, es decir, que éstas no sean pasivas.
Las propuestas de
esta nueva teoría no están asociadas a la justificación del proteccionismo que
en América Latina se ensayó en el periodo de sustitución de importaciones, y
que ahora todo mundo critica, pero tampoco son un aval de las recomendaciones
de la teoría convencional, que propone políticas económicas pasivas, ni la política
de neutralidad de incentivos (Solleiro, 1997)
En tal sentido,
se recomienda un cierto grado de
selectividad y de activismo, incluyendo protección a ciertos sectores y
subsidios a las exportaciones en otros; lo anterior debe permitir establecer vínculos
entre empresas y gobierno, para definir prioridades comerciales, industriales y
tecnológicas como bien lo ilustran los casos del sudeste asiático (Ibid.,
citando a Amsden 1986, 1989 y Tsiang 1985).
4. Consideraciones finales
Contrariamente a
lo que la teoría clásica expone, el crecimiento económico basado en la tecnología
para incrementar la competitividad de una nación, basada en su industria, está
ligada a una serie de factores o elementos que son claves para mantener e
incrementar su participación en los beneficios del comercio internacional.
Entre estos elementos sobresale, justamente, la tecnología como un factor
determinante de la competitividad internacional de cualquier nación.
También se
reconoce que la competitividad está lejos de ser el resultado de la libre
concurrencia de las fuerzas del mercado, por el contrario, es indispensable
contar con estrategias que integren en un solo proyecto (nacional) a las
diversas políticas ; industrial, fiscal, laboral, de ciencia y tecnología,
educativa, agropecuaria, de comercio exterior, entre otras.
En los nuevos
enfoques del comercio internacional el papel de las grandes empresas y las
economías de escala, están siendo cuestionados. Se afirma que la orientación
del cambio comercial se encuentra íntimamente asociado a los cambios de carácter
tecnológico, por lo mismo, que con las innovaciones registradas, hay oportunidades
para las pequeñas y medianas empresas por su mayor flexibilidad en su
estructura productiva. Se puede hablar de escalas de comercialización, de
investigación y desarrollo, de organización, de redes de información o de redes
tecnológicas.[2]
Asimismo que la
competitividad de las organizaciones hoy depende menos de los descubrimientos
fundamentales; y, más de saber combinar procesos de manufactura de bajo costo
con productos de alta calidad. Esto significa la mejora gradual y continua en
aspectos de función, costo y calidad que, a su vez, implica: el manejo de
modelos sensibles al costo, la introducción de nuevas tecnologías de proceso y
un fuerte desarrollo de ingeniería de sistemas de manufactura.
Pero también se
observa que en los procesos productivos modernos, la tecnología juega un papel
distinto, o con variantes: las mejoras tecnológicas no necesariamente tienen
que generar un incremento en la productividad para generar un beneficio mayor a
la empresa, entonces, la mejora tecnológica busca más la diferenciación del
producto que la disminución de sus costos de producción derivado de un
incremento en la productividad. Por ejemplo, la innovación tecnológica puede
hacer que un producto tenga mayor calidad y sea único, lo cual le otorga mayor
competitividad en el mercado global y permite al productor vender a un precio
que le reporta un beneficio más alto al que tenía antes de introducir la
innovación.
A partir de la revisión
teórico conceptual podemos sugerir, la naturaleza del cambio tecnológico
descansa en un conjunto de factores tanto internos, como el papel del dirigente
(propietario) y en su capacidad para obtener y utilizar la información científico
y tecnológica adecuada, en la calidad y la flexibilidad de la organización
interna, en la importancia de la inversión material fundada en las tecnologías
apropiadas, en la capacidad de elaborar producto diferentes con un alto valor
en el mercado, pero también en el grado de armonía con el marco institucional
en el que se diseñan las políticas tecnológicas orientadas al desarrollo de la
competitividad industrial.
La discusión
anterior hace necesaria la exploración de las implicaciones que para las pequeñas
y medianas empresas tiene la existencia de un comercio inter e intrasectorial,
cada vez más profundo, la presencia de diferencias tecnológicas entre las
empresas, y el efecto que tienen para ellas los procesos de liberalización económica,
lo cual conduce a repensar la recomendación que hace la teoría
convencional del comercio sobre la neutralidad de incentivos, por parte de los
gobiernos y una política industrial y tecnológica pasivas. Recomendaciones que
los países desarrollados no están llevando acabo, pero que insisten en que los
países en vías de desarrollo las apliquen puntualmente.
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Referencias
Aguilar,
C (2003) “Sistema Nacional de Innovación, una aproximación teórica para la
agricultura”, Temas de Ciencia y Tecnología, UTM, Vol. 7, Núm.20, mayo-agosto,
pp.29-40.
Cadena,,
G (1986) et al., Administración de
proyectos de innovación tecnológica, UNAM/CONACYT/Edit.Gernika, México
Capdevielle,
M. y G. Dutrénit (1992) “Reflexiones sobre los enfoque heterodoxos del cambio
tecnológico” Anuario de Investigación
Núm. 91, tomo I, México, UAM-X,
pp. 15-34.
Cimoli
y Dosi (1994) “De los paradigmas tecnológicos a los sistemas nacionales de
producción e innovación”, en Comercio Exterior, Bancomext, Vol.44, Núm 8, México,
pp.669-682.
Corona,
L (1997) Pequeña y mediana empresa: del
diagnóstico a las políticas, CIICH-UNAM, México.
Del Valle, M
(2000 ) La innovación tecnológica en el sistema
lácteo mexicano y su entorno mundial, IIEc, UNAM,, México.
Freeman, Ch.
(1975) Teoría económica de la innovación
industrial, Alianza Universidad, España.
Pérez C (1992)
cambio técnico, restructuración competitiva y reforma institucional en los países
en desarrollo”, El Trimestre Económico, FCE, Núm.233, Vol. LIX (1),
enero-marzo, México, pp.23-64.
Porter, M (1988) Estrategia competitiva, técnicas para el análisis
de los sectores industriales y de la competencia, CECSA, México.
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